Argentina atraviesa un momento clave en su historia energética. De acuerdo con datos recientes de la Secretaría de Energía, conducida por María Tettamanti, las reservas comprobadas de gas ascienden a 6.947 millones de metros cúbicos. Según el estudio técnico elaborado en el marco de la Ley de Bases, ese volumen bastaría para cubrir la demanda local y las exportaciones durante más de seis décadas, siempre que se lo gestione con visión estratégica.
Las proyecciones de consumo incluyen 73.000 millones de m³ anuales para el mercado interno, 7.300 millones para exportación por gasoductos, y otros 29.200 millones en forma de gas natural licuado (GNL). El total representa apenas una fracción de las reservas totales, lo que abre la puerta a una oportunidad histórica… pero también a una serie de desafíos que no se pueden subestimar.
La clave del crecimiento está en Vaca Muerta, el reservorio no convencional de Neuquén que aporta más del 70 % del gas nacional. En septiembre de 2024 se alcanzó un récord en dos décadas: 3,8 Bcf/d. Y la consultora Rystad Energy proyecta un incremento del 16 % interanual para el primer trimestre de 2025, alcanzando los 2,1 Bcf/d. A su vez, la producción petrolera creció un 50 % desde 2021.
Estos indicadores muestran que Argentina está a un paso de transformarse en exportadora neta no sólo para el Cono Sur, sino también para mercados más exigentes como Europa y Asia. Sin embargo, para que ese potencial se concrete, es necesario contar con la infraestructura adecuada y un marco regulatorio estable.
En ese camino hubo avances. En 2023 se habilitó la primera etapa del Gasoducto Néstor Kirchner. YPF, junto a Shell y Eni, impulsa un proyecto de terminal de GNL en Sierra Grande (Río Negro) con una capacidad inicial de 10 Mtpa, escalable a 30 Mtpa. Además, se prevé una licencia por 30 años para exportar GNL a través de Argentina LNG, con operaciones desde 2027 y una capacidad diaria de 11,7 millones de m³.
En el frente regional, desde abril de 2025 comenzaron los envíos de gas a Brasil por el sistema boliviano, con 500.000 m³ diarios. También avanza la reversión del flujo hacia Uruguay y Brasil, en parte gracias a la ampliación del gasoducto Néstor Kirchner y del ramal Tratayén–Salliqueló.
Para capitalizar esta ventana de oportunidad, hay cuatro factores clave:
Infraestructura: gasoductos, terminales de GNL, y plantas de licuefacción —tanto flotantes como en tierra firme— deben multiplicarse.
Seguridad jurídica: el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) ofrece previsibilidad, pero los proyectos demandan reglas claras y duraderas.
Inversión estratégica: Vaca Muerta sigue captando fondos y protagonizando fusiones y adquisiciones, pero se necesita aún más capital.
Sustentabilidad: es fundamental el cumplimiento de normativas ambientales y el diálogo con comunidades locales en Neuquén y Río Negro.
Rystad Energy resalta que los proyectos FLNG de Shell y Eni podrían alcanzar una capacidad de 30 Mtpa hacia finales de la década. De hecho, en Roma, el presidente Javier Milei y la primera ministra italiana Giorgia Meloni presenciaron la firma de un acuerdo que prevé exportaciones de hasta 12 Mtpa a partir de 2027/2028, con ingresos anuales estimados en 5.000 millones de dólares.
No obstante, el camino está lejos de ser simple. Persisten riesgos estructurales: el déficit de infraestructura, las trabas ambientales en zonas costeras y la volatilidad económica —con restricciones cambiarias incluidas— pueden desalentar inversiones.
En resumen, Argentina cuenta con casi 7.000 millones de m³ de gas en reserva, y una hoja de ruta técnica y política para dar el salto. El desafío es convertir ese capital en infraestructura concreta, reglas confiables y responsabilidad socioambiental. Si lo logra, el país dejará de ser importador crónico para convertirse en un jugador relevante del mercado gasífero global. La oportunidad está servida. El momento de actuar es ahora.
